SURREALISMO
Los elementos surrealistas existen desde la antigüedad recuérdese los animales fantásticos de Mesopotamia o Persia, y las representaciones simbólicas, pero también surreales del arte egipcio, y para la época medieval todo su bestiario antes mencionado. Para el siglo XX surgirá como movimiento artístico fundado por el poeta y crítico francés André Breton. Breton publicó el Manifiesto surrealista en París en el año 1924 y se convirtió, acto seguido, en el líder del grupo. El surrealismo surgió del movimiento llamado Dadá, que reflejaba tanto en arte como en literatura la protesta nihilista contra todos los aspectos de la cultura occidental. Como el dadaísmo, el surrealismo enfatizaba el papel del inconsciente en la actividad creadora, pero lo utilizaba de una manera mucha más ordenada y seria. En pintura y escultura, el surrealismo es una de las principales tendencias del siglo XX. El pensamiento y los métodos de investigación de Freud ejercen una poderosa influencia. El sueño y lo fantástico se convierten en lugares excepcionales donde se desarrollan nuevas técnicas. La primera de ellas es el automatismo, que revela el mecanismo del pensamiento, luego la lectura e interpretación de los fenómenos causales provocados con el collage. El sueño y la realidad se fundarán en una suerte de realidad absoluta: la surrealidad. Todos con los ojos vueltos no a la realidad externa sino a la realidad interior, vueltos para descubrir correspondencias y asociaciones nuevas para los objetos de la visión, vueltos a la búsqueda de significados desconocidos. El papel del inconsciente será el elemento innovador respecto de las culturas anteriores. Reivindica, como sus antecesores en las artes plásticas, a pintores como el italiano Paolo Uccello, el poeta y artista británico William Blake y al francés Odilon Redon. En el siglo XX también son admiradas, y a veces expuestas como surrealistas, ciertas obras de Giorgio de Chirico, del ruso Marc Chagall, del suizo Paul Klee y de los franceses Marcel Duchamp y Francis Picabia, así como del español Pablo Picasso, aunque ninguno de ellos formó parte del grupo. A partir del año 1924 el alemán Max Ernst, el francés Jean Arp así como el pintor y fotógrafo estadounidense Man Ray se incluyen entre sus miembros. Se unieron por un corto periodo de tiempo el francés André Masson y el español Joan Miró. Ambos pintores fueron miembros del grupo surrealista pero, demasiados individualistas para someterse a los dictados de André Bréton, se desligaron del mismo en 1925. Más tarde, se incorporó el pintor franco‑estadounidense YvesTanguy, así como el belga René Magritte y el suizo Alberto Giacometti. El pintor catalán Salvador Dalí se asoció en 1930, pero después sería relegado por la mayoría de los artistas surrealistas, acusado de estar más interesado en la comercialización de su arte que en las ideas del movimiento. En el campo de la escultura Arp y Giacometti cultivan el espíritu surrealista. Arp queda ligado al descubrimiento de la forma ovoidal que le ofrece las sugerencias para una serie de variaciones plásticas de íncontaminada pureza: las modulaciones de las superficies, dan vida a las formas de gran perfección. Es una belleza de formas aparentemente abstractas, comparable a las piedras pulidas por el agua, pero en ellas está siempre presente la alusión a las formas humanas, aún alejadas del contexto naturalista.
Giacometti (1901-1965)
Después de su actividad en la escultura negra poderosamente evocativa, llega a través del surrealismo a crear objetos, formas en las cuales él trata de concretar sus obsesiones. Hay una magia sutil e inquietante en esas apariciones que dan forma visible a la realidad invisible: en ellas nos sentimos a traídos por el encanto de aquel misterio que, nos es revelado en su aspecto incongruente y fantástico pero cargado de su realidad sentimental que es la de la interioridad.
Después de su actividad en la escultura negra poderosamente evocativa, llega a través del surrealismo a crear objetos, formas en las cuales él trata de concretar sus obsesiones. Hay una magia sutil e inquietante en esas apariciones que dan forma visible a la realidad invisible: en ellas nos sentimos a traídos por el encanto de aquel misterio que, nos es revelado en su aspecto incongruente y fantástico pero cargado de su realidad sentimental que es la de la interioridad.
Su obra surrealista más sobresaliente quizá sea El palacio a las 4 de la madrugada (1932‑1933, Museo de Arte Moderno, Nueva York, Estados Unidos): se trata de un esqueleto arquitectónico que sostiene figuras y objetos suspendidos, y expresa la subjetividad y fragilidad de los sentidos temporal y espacial en el ser humano. En 1948 expuso sus obras después de experimentar durante doce años en el campo de la escultura y de la pintura. A partir de estos trabajos desarrolló un estilo muy personal de figuras frágiles pero de una enorme expresividad. Impregnadas de melancolía, sus pinturas y esculturas reflejan un sentido débil de la existencia, como si sus personajes sufrieran una constante amenaza de destrucción por parte del espacio que los rodea.
hombre y mujer 1926. Zurich |
Chadwick (1914-2003)
Armitage (1916-2002)
Richier (1904-1959)